¿Donde está el límite de la verdad en la fotografía actual?
¿En el arte del retocador? ¿En la honestidad del fotógrafo? ¿En el presupuesto del cliente?
Para empezar, dudar acerca de cuánta realidad hay detrás de una fotografía no es algo nuevo producto del uso y abuso del Photoshop. Muchos tenemos en la mente dos fotografías ilustres que siempre se han tenido por espontáneas y recientemente se ha proclamado su previo “cocinado”. Me refiero a “El beso” de Robert Doisneau ( que el mismo confesó en 1992 que era un posado ) y la “Muerte de un miliciano” de Robert Capa, posiblemente la imagen más famosa de la guerra civil española, sobre la cual recientemente se han aportado razonables pruebas de que seguramente era una puesta en escena más bién que un instante real. Cuestionar esta instantánea en concreto no le resta un ápice a la trayectoria como reportero de Capa. Sea espontánea o no, sigue plasmando como pocas el drama humano de tantos españoles que se dejaron la piel en el frente.
© Robert Capa
Algo similar ocurre con Doisneau : vió a una pareja sentada en un café dándose un beso y les propuso repetirlo varias veces aunque ahora en medio de la acera con el bullicioso París de 1950 de fondo, seleccionando en el laboratorio la mejor instantánea de la serie. El éxito posterior facilitó que el propio autor no se desviviera por desmentir a quién creyese que era una obra maestra de un cazador furtivo de imágenes. Igual tiene poco de espontánea, pero no es ninguna mentira lo que emana dicha imagen ni le resta fuerza publicitaria a su mensaje. Saber la realidad de su origen no le restó valor y en 2005 un coleccionista llegó a pagar más de 200.000 dólares por una copia original ( que no el negativo original ), además de que sigue siendo una de las fotografías más reproducidas para representar a París como la ciudad del amor.
© Robert Doisneau
Así pues, podemos distinguir entre la honradez total respecto a todo lo que envuelve la captación de una imagen y la honestidad sobre si lo reflejado en la fotografía se ajusta a la realidad o la pervierte, a menudo torticeramente .
Generalmente en el mundo del periodismo se acepta que es intolerable echar mano del Photoshop para, digamos, “potenciar” una imagen . Reciente es el caso del fotógrafo libanés Adnan Hajj denunciado ( y despedido de Reuters ) por “exagerar” con sus retoques los bombardeos israelíes sobre Beirut o la cantidad de misiles que dispara un f-16.
( Al contemplar las imágenes, en realidad, uno se cuestiona si lo despidieron por mentiroso o por chapucero.)
Quizás ahí esté la base de la respuesta a las preguntas del principio del post.
El límite al final debería estar en la categoría fotográfica en la que se enmarca dicha imagen y en las buenas intenciones del fotógrafo/retocador/cliente.
Una fotografía destinada a informar, a complementar una noticia periodística, es lógico que exijamos honradez documental en lo mostrado hasta el más mínimo detalle, pues prima la realidad por encima de la estética. Si no exigimos (incluso por ley) que los fotógrafos de prensa y editores sean escrupulosos en este sentido más pronto o más tarde se cae en abusos y manipulaciones. En los 8o el diario Pravda eliminaba la mancha de nacimiento en la frente del entonces presidente de la URSS Mijail Gorbachov y tan solo hace un año el periódico Le Figaro le quitaba un vistoso anillo ( de 15.600 políticamente incorrectos euros) a la ex-ministra de justicia Rachida Dati, por citar un par de ejemplos conocidos.
A raíz de ésta última manipulación ( y otras más ) se está promoviendo una ley en Francia donde sea obligatorio advertir de la utilización del Photoshop, acompañando con el siguiente aviso a toda imagen humana retocada : “Fotografía retocada para modificar la apariencia física de una persona”.
Yo creo que en el marco de una información periodística ( prensa diaria o semanarios de información ) sencillamente se debería prohibir el retoque, y punto. Sin mensajitos disuasorios. Y si asoma un pelo por la nariz del presidente pues, lo siento, que se dedique a otra cosa.
Luego hay otro tipo de prensa ( del corazón o social, por ejemplo), donde dependiendo de su línea editorial ( no es lo mismo Hola que Cuore ) indicase de forma visible en el índice de la publicación si contiene imágenes retocadas o no. Al consumidor hay que informarle, pero sin paternalismos tan al uso por parte de “papá estado” ni tomándolo por estúpido ( ¿ Acaso no sabe todo el mundo que muchas fotos del Hola están tan retocadas que a veces no sabes si son ilustraciones en vez de fotografías ? )
Luego tenemos las revistas de moda. Pues lo mismo, en el índice, de forma visible, que indique claramente la línea editorial particular a aplicar en ese sentido ( por ejemplo : retocamos pieles, ojeras, pelo y complementos estéticos pero no “adelgazamos” a ninguna modelo ). Esa información tendría, en cierto sentido carácter contractual, pues si en el interior de la revista se detecta algún retoque más allà de las líneas marcadas sería denunciable y sancionable. Esto sería una protección ante las mentes influenciables ( pre-adolescentes especialmente ) y tampoco se entraría en una persecución absurda a la ventaja estética del retoque en un contexto apropiado como son revistas de belleza y moda.
Al fín y al cabo, con la línea de los mensajitos, el siguiente paso ya será exigir por ley que los cirujanos estéticos publiquen una lista de todos los clientes ( famosos o no ) que han pasado por sus manos o que todo aquel que tiene dinero para ir a un buen peluquero y esteticista esté obligado a indicarlo en un cartelito en la solapa, para que sepamos la verdadera razón de que sea así de guapo/a y no nos deprimamos si no tenemos esos medios.
¿Y qué hay de la fotografía publicitaria?
Nuevamente encuentro absurdo, en este contexto, reglamentar más allá del sentido común. Todo el mundo sabe que en un anuncio, como en el cine, se utilizan muchos medios para embellecer la realidad ( iluminación cuidada y más o menos sofisticada, modelos con buena presencia, maquilladores y peluqueros que son verdaderos artistas, retoques diversos ) por lo que el límite debería ser si se falsea con malévolas intenciones la realidad, si la pretensión evidente del anunciante es, no tanto convencer con argumentos ( con imágenes o palabras ¿ acaso con el texto no se puede mentir y manipular? ) sino directamente engañar al consumidor. En este sentido, la ley española ya es bastante clara, creo yo, como para que ahora se metan con las herramientas de los profesionales y su buen uso en la gran mayoría de los casos.
Me viene a la mente una imagen impagable de la primera película de Batmam de Tim Burton : como el Joker había contaminado una partida de cosméticos en Gotham City, los presentadores de televisión, ante el temor a envenenarse, ahora aparecían hechos un desastre, con granos, el pelo sucio, ojeras… genial y descacharrante. Pues así acabaremos al paso que vamos si confundimos el deseo estético normal que a todos nos gusta observar en determinados contextos con el derecho a no ser engañados.
Y como siempre, todos estos razonamientos me sirven de excusa para acompañar el post de algún trabajo más o menos relacionado con el tema, en este caso referente a retoque en fotografía publicitaria.
Dotor Bus, es una empresa de autocares con muchos años de experiencia. Necesitaban varias fotografías para web y catálogo donde, además de ver sus autocares y lo equipados que están, se evidenciase su larga experiencia para viajes turísticos, tanto en la zona de Barcelona (monumentos, ferias…) como internacionalmente. Sin duda, lo mejor es ver a sus autocares en algunos lugares emblemáticos para esos clientes potenciales. Pero claro, como casi siempre, nos topamos con un problema razonable de presupuesto ( tanto por la logística de desplazarse con diferentes modelos de autocar por toda Europa como por el tiempo necesario para tal movida, además de no poder acceder por según qué lugares con un gran autocar sin complicados permisos ). Bueno, pues les propongo hacer un montaje con una única condición : que los lugares que aparezcan en el fondo sean lugares a los que ya hayan estado haciendo algún servicio y que el punto de vista fuese creíble. Como era de esperar, concordaron totalmente con dicha condición, pues son los primeros que quieren ser honestos con sus clientes. Las fotografías de Barcelona y Sitges pude hacerlas yo mismo, y las otras (París, Roma, Valencia ) son fotografías de Stock. Luego, en los alrededores de la empresa, fotografié a los autocares buscando los ángulos y lentes más idóneos así como la mejor hora del día y orientación para facilitar su integración.
Seguro que algún montaje “chirria” un poco mas que otro a los ojos de un experto, pero respecto a lo que hemos hablado en el post tengo la conciencia muy tranquila : estos señores han viajado varias veces a estos lugares y están preparados para llevarte a ti si lo deseas y eso es lo que se muestra en las imágenes.
El contexto no es una información periodística, sino un anuncio publicitario. Y el mensaje transmitido no tiene nada de engañoso. Además, ahora estoy desvelando prístinamente todo el retoque, ¿no?.
Conclusión : Se puede hacer un montaje/retoque importante de buena calidad, en un contexto apropiado, por un presupuesto razonable y además ajustándose a la realidad .
No quise quitar ni las grúas de la Sagrada Familia, complicándome muchísimo el encuadre.
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